BANGLADESH Y SUS PUEBLOS INDÍGENAS

 

Puede que Bangladesh sea una estrella en ascenso, pero la voz de sus pueblos indígenas ha caído en oídos sordos.

Bangladesh es una estrella en ascenso en el escenario internacional. Las recientes visitas del presidente francés, Emmanuel Macrón y Sergei Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, son testimonio de la creciente importancia del país.

India, que rodea a Bangladesh, salvo una pequeña zona al sur donde el país limita con Myanmar, también mantiene un gran interés en el país desde que luchó a principios de los años 1970 por su independencia de Pakistán. Para completar el panorama, el presidente chino Xi Jinping, también pasó por Bangladesh, sin duda interesado en la suerte de las importantes inversiones hechas por China como parte de su ahora aparentemente estancada iniciativa de la Franja y Ruta; China es el principal prestamista del país, lo que sin duda hace que India esté pendiente de sus intenciones. Para Bangladesh y su gobernante Liga Awami, por otro lado, el sol brilla como nunca.

Sin entrar en detalle, parece justo decir que todo va bien para una nación que alguna vez fue considerada un “caso perdido”, y ahora es conocido como un milagro económico. Internamente, por otra parte, quedan importantes cuestiones por resolver. Uno es el destino de los Chittagong Hill Tracts, CHT, una zona en el centro del país tradicionalmente poblada por minorías indígenas. Muchos de estos pueblos, conocidos colectivamente como Jummas, todavía administran sus territorios de forma colectiva, pero en la actualidad sus tradiciones y culturas se encuentran amenazadas por el extractivismo y una industria de turismo en la que el ejército del país mantiene un fuerte interés.

En el pasado la Liga Awami estuvo preocupada por el CHT y el destino de los pueblos indígenas, firmando el Acuerdo Chittagong Hill Tracts después de 20 años de conflicto armado. El documento habría dado a los Pueblos Indígenas una gran medida de control sobre sus territorios y sistemas de gobierno, y fue ampliamente celebrado también por haber puesto fin a los combates. Eran tiempos optimistas en el CHT. Sin embargo, unos veintisiete años después, el acuerdo no se ha implementado. En algún momento, la Liga Awami cambió de opinión.

No está claro a qué se debe el cambio de opinión, pero cualesquiera que hayan sido los motivos, el destino de la CHT y sus Pueblos Indígenas sigue siendo frágil. Lo que está claro es que a medida que disminuye la posibilidad de que se implemente el Acuerdo, su inseguridad aumenta. Para ilustrar el problema, en un área que en el pasado fue casi enteramente poblada por pueblos indígenas, los bengalíes, que constituyen el 98% de la etnia principal del país, ahora forman aproximadamente la mitad de los habitantes.

Y, efectivamente, los militares del país han sido acusados durante mucho tiempo de diseñar cambios demográficos. Y durante las décadas de 1970 y 1980 hizo precisamente eso: instituyeron medidas que cambiarían la composición demográfica del CHT. Según el Grupo de Trabajo Internacional para Asuntos Indígenas (IWGIA), más de 400.000 bengalíes sin tierras fueron asentados en la zona, mientras que miles de indígenas se vieron obligados a abandonar sus hogares. Quizás fueron los afortunados; miles más fueron asesinados por los propios militares.

Los abusos contra los derechos humanos continuaron hasta finales de los años ochenta y principios de los noventa y, como resultado, 70.000 jummas, aproximadamente el 10% de la población jumma total, se vieron obligados a huir y buscar refugio en el estado indio de Tripura.

La regulación de del país, instituida durante el período colonial británico, es ahora la única legislación que brinda protección a los pueblos indígenas de la zona. Pero ese Reglamento también está bajo ataque: impugnada ante los tribunales, según algunas fuentes a instancias de las fuerzas armadas. Y si logran invalidar la legislación, el camino quedará despejado para que personas ajenas compren legalmente tierras en Hill Tracts, las formas tradicionales de gestión de la tierra inevitablemente desaparecerán, y la batalla estará a punto de terminar.

¿A quién le interesa los Chittagong Hill Tracts?

A pocos parece. Puede que Bangladesh haya logrado enormes avances económicos desde su fundación en 1972, y ahora sea cortejado por las grandes potencias, pero el destino de los Pueblos Indígenas del país y de los propios Hill Tracts, no está en la lista de prioridades de nadie.

Esto queda claro en el caso de la Liga Awami y la Primera Ministra Sheik Hassina, que en enero regresó al poder por cuarto período consecutivo de cinco años. La victoria se anticipó, en parte porque el Partido Nacional de Bangladesh (BNP) boicoteó la votación, y en parte porque, incluso si no lo hubiera hecho, la victoria de la Liga Awami, sospechosa durante mucho tiempo de manipulación electoral, simplemente era “esperada”. De ahí el boicot y el encarcelamiento de miles de miembros del partido de oposición. El Gobierno, que se encargó de supervisar la votación, llegó incluso a condenar al Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus por violar leyes laborales. Yunus es el fundador del Banco Grameen, y uno de los principales defensores del microcrédito, un factor que para muchos fue clave en estimular la recuperación económica de Bangladesh.

Como gobierno de facto del país, es probable que los militares tampoco cambien su postura. Un breve análisis sugiere que sus intereses no son atendidos por un área con un potencial turístico importante, pero que no está cien por ciento bajo su control. Binota Doy Dhamai, ex Presidente-Relator del Mecanismo de Expertos de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, bromea diciendo que lo que existe hoy en el CHT es un “Complejo Turístico Militar”. Y, vale añadir, la zona también sirve como campo de entrenamiento para el ejército. La experiencia adquirida allí puede servir cuando los soldados bangladesíes participen en las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU; el país es el segundo mayor contribuyente de personal militar a estas iniciativas. Como beneficio adicional, las misiones aportan dinero, tanto para el país como para los propios soldados.

Entonces, aparte de los pueblos indígenas y aquellos con intereses en sus tierras, en Bangladesh nadie está muy interesado en el destino de la zona y, si lo están, generalmente guardan silencio por temor a represalias. En efecto, muchos críticos ya se han ido a la India y otros países más receptivos. Externamente, puede haber preocupación, principalmente en la oficina del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas, y entre las ONG internacionales, pero éstas tienen poco poder en Bangladesh a pesar de la importante contribución que hicieron a la recuperación del país. Por su parte, es poco probable que las misiones diplomáticas anteriormente mencionadas sean tan indiscretas como para mencionar lo que se considera un asunto menor en una pequeña zona de un país de interés. La geopolítica lo supera todo.

Las aparentemente olvidadas Chittagong Hill Tracts y sus pueblos indígenas se enfrentan a un futuro extremadamente sombrío.

 

Texto: Gerard Coffey. Traducción: Mayly Torres, Foto: intercontinentalcry.org